domingo, 26 de julio de 2009

Como reconocer al maestro

Cómo reconocer al maestro

Hola mis amados. ¿cómo os ha tratado este año de tiempo terrestre?. Esta es la penúltima reflexión semanal del 2001. He estado unos días en el campo con mi compañera, y he vuelto un poco antes de lo previsto. He disfrutado de la compañía de los pájaros y otros seres, de plantas, flores, árboles y ríos, del cielo limpio y sus nubes, como así también de las estrellas. He sentido el viento y el silencio, la lluvia cayendo sobre la tierra y emanando ese aroma refrescante. Pero no es muy importante para vosotros lo que mi ser tomó en esos días, aunque sí os contaré algo sucedido antes de mi partida. Cómo verán, esta semana no hubo charlas escritas con el maestro, pues yo ya me iba. Aunque tengo una buena enseñanza que creo os será útil, así que prestad atención.

En la versión del Baghavad Guita de acuerdo a Ghandi, el autor realiza esta introducción: "NINGÚN CONOCIMIENTO PUEDE SER ALCANZADO SIN SER BUSCADO, NI LA TRANQUILIDAD SIN AFANARSE POR ELLA, NI LA FELICIDAD SINO A TRAVÉS DE TRIBULACIONES. TODO INVESTIGADOR, EN UN MOMENTO U OTRO, TIENE QUE SUFRIR UN CONFLICTO DE DEBERES, UN VUELCO DEL CORAZÓN..."

Y de este conflicto y de este vuelco hablaremos hoy. Muchos de quienes me escriben, aún sin tener un maestro o instructor, me preguntan cómo reconocerlo, cómo distinguirlo de un farsante. Primero os digo que os encomendéis al Padre para que os ponga en presencia de un auténtico maestro, anheladlo con todo vuestro ser. Cómo distinguir entre lo verdadero y lo falso, es otro paso del que nos ocuparemos en breve.

Díjome el maestro muchas veces: el instructor comprende la esencia y los aspectos del alumno, y no sólo puede ponerse en su lugar, sino que si lo considera según la Ley, le es posible tomar karmas de éste para allanar su camino hacia la Luz. Pero es muy difícil que suceda al revés. El alumno no podrá comprender ni penetrar la esencia del instructor hasta que pueda fundirse totalmente con él en el Uno. El instructor Ama como Dios que vibra en él, y no le importa a su Amor si el alumno es ladrón o prostituta, o rey o santo. Por eso, aunque me insultes o me detestes, o no me comprendas y te vayas, mi amor siempre estará ahí, intacto, para ti...

Y yo tuve un sueño en estos días, que quiero comentarte pues la charla previa a mi partida fue bastante dolorosa y lo soñado metafóricamente se le asemeja. El sueño que tuve fue el siguiente: "Vi un pimpollo de rosa, era pequeño y suave, emanaba dulcemente el olor hermoso de las rosas. Como era pequeño, sobresalía del resto del rosal. La luz acariciaba sus pétalos delicadamente, el rocío apenas lograba que los abriese. Muchas personas se acercaban por la fragancia del rosal, desde lejos se lo olía. Pero no miraban el rosal, pues era sencillo, uniforme, armonioso, y lleno de rosas. Nadie se atrevía a tocar las rosas grandes, pues había muchos tallos espinosos que las protegían. Pero en cambio, el pequeño pimpollo sobresalía naturalmente. Su aroma, sus pétalos, su color, eran idénticos a los del rosal, sólo que todo era más pequeño. La gente se veía muy tentada a arrancar el pimpollo y llevárselo a sus casas para adornarlo. Pero algunos, los más piadosos, le decían a los otros: dejen que crezca, y que sea grande como el rosal, pues si lo arrancasen moriría. Otros, los más egoístas, planeaban como arrancarlo sin ser vistos, y también sin ser tocados por una sola espina de la rosa madre, pues ello sería muy doloroso. El pimpollo no tenía casi espinas en su tallo, por eso también atraía...

Al despertar de ese pequeño sueño, mi voz interior dijo: debes crecer y ser uno con el maestro...

Las conclusiones se las dejo a vosotros, como hago siempre. Sólo os diré que un verdadero maestro es tan impactante e impenetrable en su esencia como ese rosal, y que el aroma que atrae a todos no es del pimpollo exclusivamente. El verdadero aroma potente que se siente proviene del rosal. El pimpollo lo contiene en su esencia.

La charla de la que hablaba antes de mi partida, y que mantuve con el maestro, se refería justo a esas espinas que tiene el instructor, y que son parte de su enseñanza. El maestro me decía: es muy notorio que estamos en occidente. Aquí, cuando al alumno no le gusta la enseñanza que impone el maestro, porque no la comprende, enseguida lo señala con el dedo acusador, su mente lo trata de farsante, y no le permite seguir trabajando. Si crees que las enseñanzas de Osho llevan al conflicto, te advierto que la forma que se me ha dado es cien veces más conflictiva que la de él. Si debo apuñalarte porque sé que eso te iluminará al instante, lo haría sin vacilar, y tú lo sabes. El instructor no debe dar explicaciones al alumno cuando su mente duda. En oriente, si el alumno duda del maestro, éste le dice: vete y no vuelvas hasta tu próxima vida, porque no te ha llegado el momento aún de tomar enseñanza. Muchas de las cosas que debo realizar, pondrán en total conflicto a tu mente, y no descansaré hasta que el último bastión de ego madure. Haré lo imposible para hacer que la mente de aquellos alumnos que creen haber alcanzado el estado de Paz, vean si hay enojo, ira, desconfianza, miedo, duda, decepción o ilusión. No puedo descansar mientras subsista alguno de estos elementos. Pero déjenme trabajar. No podrán nunca penetrar ni comprender mi esencia, y yo no puedo pasarme la vida dando explicaciones...

Si bien sabía yo esto, le dije: sé como funciona la mente aunque no la domine. La mente dice: si todo lo que hace un maestro es válido, sea lo que sea, y no se le debe pedir explicación alguna, entonces cualquiera puede ser maestro, pues haga lo que haga, sus discípulos no tienen por qué entender y deben aceptarlo. ¿cómo entonces reconocerá el alumno al verdadero maestro?

Él dijo: es el maestro quien encuentra al alumno y lo acepta como tal. Ambos se presienten, como hablamos la semana pasada, ¿recuerdas? Pero a mí ya no me importa si tú me crees o no o lo que diga tu mente de mí. Tú único deber en esta vida es aprender a disfrutar, y yo te llevaré conmigo en la venidera, al sitio que ha escogido el Señor para ti. En ese sitio ya nada podrá causarte dolor, y serás inmensamente feliz, pues eso ha querido el Señor para tu alma. Así que piensa lo que quieras, haz lo que quieras, y dentro de unas pocas décadas, cuando yo desencarne, al tiempo mínimo tú vendrás de mi mano, y yo te dejaré en ese sitio donde todo es puro...

Ambos tuvimos esta charla, porque él bien conoce nuestros pensamientos. Eso no significa que los lea, o que sea clarividente. Sería una estupidez pensar esto. Un verdadero maestro yace en la misma esencia del discípulo, como el rosal y el pimpollo en cuanto al aroma, y lo conoce. Una hermana a quien amo mucho, fue llevada al extremo por el maestro. Los maestros hacen cosas así, debes saberlo: te conducen hasta el borde del precipicio con la excusa de que contemples el paisaje. Una vez que tú crees estar en la máxima tranquilidad y paz, disfrutando del aire y de las cosas que te muestra, el instructor irrumpirá y de una manera impresionante e indescriptible, te dirá o te hará ver: esa paz que tienes no es verdadera, sólo real. La Verdad se encuentra saltando el abismo, del otro lado. Es probable que mueras en el intento, pero algún día deberás saltar... Y mientras te dice esto, te va llevando más hacia el borde del abismo. Ahí es donde tu mente atacará y dirá: pero este es un maldito loco que quiere matarme!.

Entonces allí surgirá el conflicto de deberes, el vuelco del corazón del que habla Ghandi. Yo le decía a mi amada hermana (hablando sin ninguna autoridad, claro está, porque soy su compañero, no su maestro) que estaba ante el borde del abismo, y que ella debía decidir si retirarse o si saltarlo. Ella me decía: me siento engañada. Yo le decía que percibía exactamente como se sentía, pues muchas veces es que me conduce a este punto el maestro. Que yo no podía ni debía defenderlo de lo que ella pensaba, pero que debía saltar el abismo en el nombre de Dios y del propio. ¿Por qué le dije esto? Porque ya sea un maestro, o un farsante quien nos lleva a este punto, sólo la fe y el amor pueden hacer brotar el discernimiento. Si el maestro nos dijese: "bueno, vuelve, no es necesario que saltes...", difícilmente podría yo decirte que estás ante un auténtico maestro. Si ya estás determinado a saltar el abismo, y tomas carrera, y con todo el amor y la fe que sientes comienzas el salto, algo divino sucederá: sin que lo comprendas, sin que tu mente pueda razonarlo, estarás con el maestro del otro lado del abismo que parecía insalvable. Eso hace un maestro cuando ve la entrega y la determinación: te lleva del otro lado del abismo sin que tu sepas cómo lo hizo...

Así pues que ahora muchos comenzarán a preguntarse cosas, y tal vez a preguntármelas. Difícilmente yo se las responda, pues no he venido a responder. Pero quiero que reflexionen en lo que os he dicho, que en el foro saquen todas sus dudas y temores. A veces el maestro nos hace jugar este peligroso juego entre los pocos que vamos a su casa. Lanza un hecho, lo muestra, y nos provoca, para que las mentes inmaduras entre en reacción. Luego sucede que hablamos entre nosotros, nos enojamos, decimos cientos de cosas, y cuando vamos al maestro, con toda nuestra carga, él da a cada quien lo que necesita. Un reto, una caricia, un silencio, una sonrisa, una enseñanza, o su enojo. Todo es parte del proceso.

Amados hermanitos de mi alma, visitantes de este portal espiritual vuestro. Como próximos estamos a la Navidad, os dejaré un escrito relativo a ella, y un pedido: que sea una Navidad austera. No llenéis vuestros estómagos hasta decir basta, de alcohol y comidas animales. Recordad lo que festejáis quienes sean cristianos, pues el nacimiento de Jesús fue entre paja y aliento de las bestias que calentaban su cuerpecito. En total humildad, alegría silenciosa, y pequeñas luces, rodeados de asnos y bueyes, pastorcillos humildes y sus padres, vino a la semejanza de carne este rey de reyes. En vuestra mesa, más allá de la alegría familiar, recogeos en ese instante, y sed piadosos para con este ser que mucho tiene que ver con cada uno de vosotros, aún con quienes no creéis en Él. Decía la letra del villancico de un pastor:

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